¡¡No seas tan dramático!!
- Valentina Izquierdo y Sofía Pradel
- 9 oct 2016
- 2 Min. de lectura
Hay un periodo de la historia que fue igualito a ese amigo teatral que nació para estar detrás de las cámaras, pero que se limita a mostrar su talento solo a ti -todos los días, las 24 horas del día-.
El teatro ha sido una constante en la historia de la civilización humana; sin embargo, durante la Edad Media, se presentó una desaparición casi completa de esta expresión artística (las obras teatrales que se han encontrado de aquellos años son muy escasas).
A pesar de este “vacío”, y aunque suene contradictorio, esta época está cargada de teatralidad -a modo compensatorio por la falta explicita de teatro- es decir, fue un momento de la historia en donde se desarrolló una manifestación constante de elementos propios de esta disciplina, reflejada en el vestuario cotidiano, actitudes, e incluso en la arquitectura; de este modo, el día a día era una puesta en escena.
Este fenómeno es algo así como un “si-pero-no”, “todo es teatro, pero ay-no-me-doy-cuenta” lo que se muestra en la mayoría de las obras audiovisuales que deciden tomar este rumbo. Para ser más claros, los elementos medievales resaltan de manera notoria, aunque las tramas no necesariamente estén ambientadas en el periodo, o destruyan creencias vitales de la época. Dos de las sagas más taquilleras de los últimos años son perfectos ejemplos de ello, sujétense: Harry Potter, de la británica J. K. Rowling, y Game of Thrones, de los norteamericanos David Benioff y D. B Weiss. Bueno, en realidad no es TAN impresionante, porque como la teatralidad sugiere, los elementos son muy vistosos.

¿Ven? Capa y castillos MUY vistosos
Jean Jaques Annaud tambien hace uso de esto en la película The name of the rose (1986), basada en el libro de Umberto Eco. En este largometraje se desarrolla una historia pseudo policial, en la cual un monje franciscano llega a un monasterio a descifrar una serie de muertes misteriosas. Es así como se van destapando diversas situaciones que muestran la hermeticidad (de hermético, que quiere decir, “impenetrable, cerrado” según la RAE) y la jerarquía propia de la doctrina religiosa, elemento que desarrolla la teatralidad en toda su expresión.
La estética destaca panoramas grises, espacios sombríos, capuchas y sexualidad reprimida. En este aspecto, las animaciones son un ejemplo aún más notorio de este recurso, ya que los rasgos, colores y expresiones pueden darse el lujo de ser aún más explicitas o ´exageradas´.

Claymore: animación además ambientado en los años históricos medievales.
Si bien en estos días el teatro no es de ninguna forma escaso -lo que escasea es publico *ejem*- la teatralidad sigue presente en muchos ámbitos de nuestra sociedad, y es que últimamente todo lo que sucede parece parte de una gigantesca broma, ¿será que todos están actuando?




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